En la niñez había escases en la familia, su cama consistía en cuatro bases de ladrillo con la cobertura que correspondía a un cuadro de madera con un lienzo grueso; cuando fue creciendo y lograba tener un sueldo, fue comprando cosas; ella lo quería todo.
Se le antojaba un moño, un peine, un helado, una lavadora, una estufa bonita, un sofá cómodo; se puede decir que no lo consiguió, pero si alcanzo a tener lo necesario.
Con la vejez se dio cuenta que la vida no es tener y tener cosas, comprendió que lo indispensable satisfacía y que era imperativo para ella, preguntarse: ¿por qué necesito esto?.
No es que la vejez sea sinónimo de madurez, pero sí tenía un proceso personal que resultaba más tranquilo.