La adolescente tenía en su currículo académico la jornada de alfabetización y para cumplirlas se incorporó a dar clases en una escuela que quedaba a una (1) hora de su casa caminando, en la jornada nocturna.
Era gratificante poder compartir clase de matemática básica para adultos que estaban cursando segundo de primaria, el esfuerzo que ellos hacían al llegar, su dedicación hasta el momento de salida y su constancia en el aprendizaje.
La época de lluvia era disfrutada con un paraguas en la noche y se desvanecía alguna molestia, una jornada de cansancio, porque el anhelo de superación era más grande que cualquier otro deseo para los estudiantes mayores y para la adolescente la gratitud de esta experiencia, es llevada en el transcurso de su vida.